A todos nos duele la cabeza. Diario Perfil 13-10-2013

Suerte la suya, señora, que no ha tenido que ir a pedir turno de madrugada ni a esperar ocho horas en la guardia. Con su dinero, usted podría pagar una clínica privada con aparatos de última generación y médicos y enfermeras y alcohol y gasas. Un sanatorio enorme de una sola habitación con vistas al glaciar Perito Moreno. Y aun así tiene el beneficio de ser atendida gratis por los mejores especialistas en la Fundación Favaloro.

Y así debe ser, señora, porque usted es una elegida. Es la cabeza del poder, la que decide, la que reparte, la que premia o castiga. Si a usted le duele la cabeza, nos duele a todos. No es momento de discutir ahora por qué no se hizo atender en el hospital Argerich, donde hay una “unidad presidencial” siempre lista y disponible que nadie ocupa nunca, con la escasez de camas que hay.

Los médicos dicen, en su jerga, que el paciente “hace” la enfermedad. Los habrá escuchado cuando hablan entre ellos: “hizo” un cáncer, “hizo” una angina o un ataque al hígado. Ellos consideran el síntoma como señal de un estado general del cuerpo y de la mente, que incluye lo físico y lo psíquico. En términos políticos podría decirse que, desde hace ya mucho tiempo, la cabeza del Estado “hizo” un hematoma y que por eso el cuerpo social sufre las consecuencias. Nos duele todo: la pobreza, la inseguridad, las mentiras, el maltrato.

La gestión pública no es, no debe ser, una competencia, un torneo entre bandas o enemigos, donde al cabo de un tiempo se comparan éxitos o fracasos, ganadores o perdedores. La única medida para valorarla son las mejoras reales, constatables, en educación, salud, vivienda, trabajo, transporte, medio ambiente y calidad de vida de los que menos tienen. Y, lamento decirlo, señora, diez años más tarde es cuando se nota que fueron por más. Los subsidios no cambian la vida de nadie, la indignan, la humillan.

Perdón, usted está en reposo, señora, y hay que evitar hacerla pensar en nada que pueda provocarle un aumento de su tensión arterial. Pero se trata de diferenciar los dolores de cabeza, que se curan, se operan o se despejan con una aspirina, de los del alma, que son para siempre. El que sienten los familiares de Cromañón, de Once, de tantas víctimas de crímenes, estafas y robos que se podrían haber evitado si se hubieran disuelto los coágulos de corrupción que se formaban en la cabeza del Estado. En el día a día, señora, vivir así mata todo, hasta la esperanza. Es probable, señora, que, sin otra cosa que hacer, harta ya de mirarse en la entrevista con Rial, y de C5N, con TN y Canal 13 prohibidos por recomendación médica, de modo que ni siquiera puede saber cómo sigue Farsantes, tal vez alucine y se vea, en la duermevela, a la espera del Sarmiento a las ocho de la mañana en la estación de Moreno, o se sienta sobresaltada por los disparos, los llantos, los gritos, que interrumpen el descanso en la villa Itatí de Quilmes. Es un efecto colateral de la anestesia o de los analgésicos, pero parece real.

Llega, de madrugada, a la guardia de una salita o a un hospital del Conurbano y un residente, un pibe con el guardapolvo manchado de sangre mientras atiende fracturas, balazos, heridas serias, la mira sin compasión, sin dar valor a lo que sufre la cabeza del Estado, y le dice sí, aguante, siéntese ahí. Y ahí hay más de cincuenta personas esperando.

Es que el dolor, señora, no pregunta, no sabe quién es quién. Por eso, cuando despierte y se reponga, agradezca mucho y devuelva algo de los beneficios, el cariño y el respeto que recibe. Antes de irse a descansar a su cama del sur, ayude a remover los Boudou, los Aníbal, los Recalde, los Moreno, los Báez, a disolver trombos, embolias, trampas y mafias que interrumpen la circulación de las ganas en el cuerpo que sostiene la cabeza.

Asado con Massa. Diario Perfil 05-10-2013

Sucedió hace cuatro días. Noche, quincho, personajes más o menos conocidos del fútbol, de la política, y amigos del amigo que invita. Cerca de la medianoche, quedamos unos 15 tomando la última copa. Conversaciones cruzadas, más de política en una punta, más de fútbol en la otra. Con un toque de mujeres. Nada especial. La clásica pintura que podría titularse Sobremesa de hombres en asado.

De pronto, de forma inesperada para la mayoría pero no para el dueño de casa y uno de sus invitados, entra, sonriente, Sergio Massa. Venía de caminatas, de caravanas. No parecía cansado. Los que ya lo conocían lo saludan amistosamente, con bromas y abrazos, y los que no, de modo más formal, le damos la mano y nos intercambiamos los nombres. Le ceden lugar en una de las cabeceras. A su lado se sienta un par y amigo suyo, otro intendente del Conurbano.

Como no se aclaró antes que la conversación podría reproducirse, ni siquiera como lo que se da en llamar un “off” –un fuera de registro, donde se citan datos o frases sin consignar la fuente–, nada hay para contar de lo que allí se habló durante las siguientes dos horas.

Pero ese límite no impide dar, al lector interesado y en una columna de “opinión”, la primera impresión que causa un personaje público, de interés general en estos días, cuando se tiene la oportunidad de conocerlo y escucharlo en un ambiente de cierta intimidad y confianza. Son sólo apuntes, trazos a mano alzada, como los de un perfil dibujado sobre una servilleta.

1) Alto, flaco, con panza, cobrizo de piel, canchero. Da “compañero”, peronismo tradicional, pero en una versión relajada. Intenta transmitir “negrito” Conurbano, pero no, no es creíble.

2) Se lo nota ganador y ambicioso, voraz, es consciente de lo que logró hasta ahora, de lo que quiere y de cómo conseguirlo. Apuesta fuerte y a cualquiera que sirva a su objetivo y obsesión. Está dispuesto a hacer lo que los otros no, y más. Todo lo que haga falta.

3) Habla para los cercanos, pero también para los desconocidos, los que estamos más lejos de la cabecera. No retuvo nuestros nombres cuando nos presentaron ni sabe quiénes somos, pero nos trata “como si”. Pasada más de media hora, pensé: No puede con su naturaleza. Es un político, un actor. Se sabe ya notable, con fama, pero esta noche hay seis espectadores nuevos, para él somos seis votos.

4) Como tal, como político, como actor, está constantemente en escena y en el rol principal. Habla, no para, sólo recurre a su par intendente para que confirme lo que él dice. Me pregunto: ¿Será así, fue siempre así o es ahora, cuando está por llegar a la cima, que no escucha? En todo lo que cuenta es protagonista destacado, él es el que siempre la hizo bien, el que la supo y la sabe, el que tuvo y tiene razón, el que controló todo, el que la pensó y la hizo y nadie se dio cuenta antes.

5) Tiene arrogancia y convicción de líder, parece más seguro y más duro que Scioli.

6) Al cabo de una hora de charla, pensé: ¡Eso es!. Una síntesis muy peronista. Hizo inferiores en la Ucede de Alsogaray asociada a Menem, fue apadrinado por Luis Barrionuevo, entrenado en la gestión por Eduardo Duhalde y jefe de gabinete con Kirchner. Todos vieron en él algo de ellos. De Menem parece tener  eso de:  “hermano, ¿cómo anda Cacho, tu cuñado”, que lo transformaba, a los ojos de la “patria morena”, en “un Carlitos como vos”.

De Néstor Kirchner, la impiedad. Cuando deja de sonreír y se refiere a algo o a alguien que no le “agrada”, la expresión de su mirada se vuelve feroz. Esa crueldad que confirmó Cristina esta semana con una anécdota. Cuando Néstor, que no largaba el control remoto de la tele, le advirtió: “Vos podrás tener ochenta puntos de imagen positiva pero el candidato voy a ser yo”.

Ya de regreso, imaginaba el anuncio desde el centro del ring: ¡y en la última pelea de la noche peronista, por el título vacante, en este rincón! Era un ring extraño, con dos rincones a la derecha.

Una profesión indispensable para una sociedad democrática. Perfil 29-9-2013

Prólogo necesario. Treinta años de periodismo suponen unos 16 millones de minutos, de noticias, de títulos, nombres, fotografías, programas de radio o de TV, portales, análisis y comentarios confeccionados y retransmitidos por miles de profesionales. Revisarlos en un texto breve impone una selección brutal, casi salvaje. Pero, aún así, el sobrevuelo resulta útil. Revisar es recordar, recordar es traer al presente las miradas sobre nosotros, sobre lo que pasó, sobre lo que hicimos, todos.

El ciclo de la dictadura militar que se inició en 1976 se da formalmente por concluido el domingo 30 de octubre de 1983, día de las elecciones que consagraron a Raúl Alfonsín como presidente de la Nación.Los historiadores advierten que, en realidad, el fin de la dictadura comenzó a gestarse en junio de 1982, cuando la derrota en la guerra de las islas Malvinas acabó con el último y desesperado intento de los militares para mantenerse en el poder.

Pero desde el periodismo podría también situarse ese final en la entonces imperceptible raja, luego grieta, más tarde fisura y por último en el inmenso boquete que abrió en la represa de la censura militar la revista Humor en 1978, antes de que se disputara el Mundial de Fútbol.

Mensual al comienzo, quincenal después, en el número ocho de la revista ya estaba en la tapa, dibujado ante el tiburón insaciable de la inflación, el ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz.

Y en el número 15 se atrevieron con la caricatura de Videla.

La revista fue obligada en principio a una “exhibición limitada”, luego prohibieron una edición, pero ya no podían con ella ni con la creciente demanda y, en adelante, ya no podrían con nada.

En ese contexto, en el de los años previos a la recuperación democrática, junto a Andrés Cascioli, Tomás Sanz y toda la tira de dibujantes y redactores de Humor, debe también releerse a la inolvidable María Elena Walsh y su estremecedor País jardín de infantes, artículo escrito en 1979 para la sección Opinión del diario Clarín.

También es un deber rendir tributo al coraje de Robert Cox, el director del Buenos Aires Herald, a quienes las Madres de Plaza de Mayo dedicaron años después una solicitada pagada por ellas mismas con el título: A Roberto Cox, el periodista digno, el hombre íntegro.

El filo de Humor, que se presentaba como “la revista que supera apenas la mediocridad general”, cortaba el silencio mortal, desintegraba el autoritarismo, la soberbia y la locura militar, disolvía su poder, los desnudaba de uniformes y máscaras y los revelaba ladrones e inútiles.

El efecto del humor fue siempre demoledor para todo tipo de poder que se inviste absoluto e impune.

Ahora mismo, aunque en una escala mucho menor de riesgo, el sarcasmo de las columnas que escribe cada domingo Alejandro Borensztein en Clarín y las ironías con que se responde a los dichos del poder en el programa Periodismo para todos de Jorge Lanata son, en lo inmediato, políticamente más devastadoras que las denuncias documentadas de corrupción o mala gestión, causas siempre demoradas en procesos judiciales interminables.

La imagen de la represa que se resquebraja y se parte, es quizá la más indicada para representar simbólicamente lo que ocurrió.

La sociedad tenía sed de saber todo lo que encubrió la dictadura y que pasaba en el día a día.

Había que sacudirse el gris, el cuerpo, la lengua y, casi, aprender de nuevo el oficio.

La censura militar que reprimía el flujo y dejaba gotear sólo su versión de los hechos se pudrió en su propio embalse.

Hasta el final de la década del 80, el periodismo se desbordó en publicaciones, programas de radio y televisión.

En esos programas había de todo: cómplices de la dictadura, militantes de los partidos políticos en recuperación y profesionales que habían sobrevivido en la clandestinidad o que regresaban del exilio.

Medios y política

En el río revuelto se formaban sociedades como la que reunió a la feudal familia Saadi de Catamarca con ex Montoneros para sostener el diario La Voz, de la llamada “izquierda” peronista. A su vez, ex jefes de la organización guerrillera ERP, aportaban fondos acumulados en robos o secuestros extorsivos para bancar la salida y los pasivos económicos iniciales del diario Página/12, nacido entonces para “contrainformar” y revelar lo que el poder quería ocultar y subsidiado ahora con fondos públicos. El Partido Comunista edita Sur y fracasa. La Junta Coordinadora del radicalismo, que lideraba Enrique “Coti” Nosiglia, intenta también tener su propio diario para apoyar al gobierno de Raúl Alfonsín, electo en octubre de 1983, y desarrolló, con publicidad oficial y fondos públicos, la última etapa de Tiempo Argentino. Poco antes, en febrero de 1982, el llamado “desarrollismo” rompía su histórica alianza política y financiera con Clarín y sus representantes, entre ellos, Rogelio y Octavio Frigerio, Oscar Camilión y Antonio Salonia, años más tarde aliados al peronismo como ministros del gobierno de Carlos Menem. Clarín quedó entonces en manos de la viuda de Roberto Noble, su fundador, y de un gerente y militante que había llegado con el desarrollismo, Héctor Magnetto.

Las nuevas tecnologías y la televisión abierta, el llamado “destape” que se produjo durante los primeros años de la recuperada democracia, renovó los textos, los diseños, el lenguaje, se instalaba un “nuevo periodismo” y la libertad se expresaba en los escaparates de los quioscos, donde se exponían y vendían a la vez, en cantidades que hoy resultan increíbles, revistas culturales como Crisis y de contenidos esotéricos, sexuales y diversos como Libre, de actualidad como Gente, Siete Días, PERFIL y políticas como Somos, nacida en los 70 para apoyar a la dictadura.

Dante Caputo, canciller del gobierno de Raúl Alfonsín, financió también un semanario político, El Expreso, con el que esperaba apoyar su postulación como candidato a presidente, pero el proyecto fracasó a los pocos meses. A la vez, Bernardo Neustadt, otro apologista de la dictadura, seguía editando Extra y Jacobo Timerman, que había sido secuestrado y torturado, se hizo cargo de La Razón, tradicional vocero del Ejército, a pedido del gobierno radical.

Al amparo del prestigio social creciente que tenía el periodismo, los conversos se escondían en las redacciones. Informantes, cómplices y ex servicios de inteligencia de los militares y de los Montoneros o del ERP resurgían como “periodistas” y comenzaban ya a reescribir el pasado para instalar un “relato”. El vértigo de aquellos años impedía hacerse las preguntas básicas: ¿qué hiciste, dónde estabas? Se trataba de sumar todas las fuerzas a la investigación de la barbarie militar.

Las crónicas del juicio a las juntas de comandantes de la dictadura fueron trabajos urgentes y ejemplares. Una revista, cada semana, El Periodista de Buenos Aires, financiada por Andrés Cascioli con los beneficios de Humor, y el Diario del Juicio, publicado por la editorial PERFIL, son sólo dos de las cumbres éticas alcanzadas por el periodismo en estos treinta años. Durante la dictadura, PERFIL sufrió el secuestro de su director editorial, Jorge Fontevecchia, y ocho clausuras de sus productos. En la radio se destacaba Magdalena Ruiz Guiñazú, que había sido integrante de la Conadep.

Los más experimentados profesionales eran requeridos por los más jóvenes, sin importar la procedencia o las ideas políticas. Se formaron parejas emblemáticas. Mónica Gutiérrez era la cara más “alfonsinista” junto al “peronista” Carlos Campolongo en el noticiero central de la TV pública. Jorge Lanata convocó a Horacio Verbitsky, servicio de inteligencia de Montoneros, y al escritor Osvaldo Soriano, para ser columnistas en Página/12. El diario Crónica, dirigido por el mítico Héctor Ricardo García, vendía, con sus tres ediciones diarias, más ejemplares que Clarín. La Nación desplazaba a La Prensa entre los sectores de clase media y alta.

Menem, pizza y champagne

Los alzamientos “carapintadas” de la Semana Santa de 1987, el fracaso del Plan Austral, la hiperinflación y la llamada “renovación” del peronismo, en la que Carlos Menem se impuso a Antonio Cafiero, provocaron el final anticipado del gobierno de Raúl Alfonsín. El periodismo derramado comenzaba a ser negociado. Salían nuevos medios, pero la crisis económica golpeaba a la mayoría. Entre 1987 y 1991 cerró la cuarta parte de las fuentes de trabajo. La investigación del asesinato de la adolescente María Soledad Morales en Catamarca,  que convocó durante meses a los diarios y la televisión hasta el juicio y la condena de los responsables, le dio a los empresarios periodísticos la verdadera dimensión de su influencia. Tenían poder y comenzaron a ejercerlo.

A fines de 1989, Menem elimina el inciso “f” del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión que impedía a los dueños de los medios gráficos participar de la propiedad de radios o canales de televisión y desencadena, seguramente sin prever las consecuencias, la formación de “grupos”, de “corpos”, de “holdings” en todo el país. Clarín legitima así la propiedad de radio Mitre y se queda con Canal 13. En el reparto, entre otros, la familia Vigil, dueños de editorial Atlántida, editora de la revista Gente, con el canal 11, ahora en manos de la española Telefónica.

Las sucesivas crisis económicas o financieras, los cambios tecnológicos que ampliaron la red de medios a cables, satélites y sitios virtuales, además de los pactos o acuerdos políticos de turno, determinaron luego pases de manos y de acciones en el control de los canales y emisoras de radio, hasta que a fines de 2007 otro presidente peronista, Néstor Kirchner, aprobó la fusión de Multicanal y Cablevisión y consolidó el monopolio de Clarín, el mayor grupo privado de medios del país.

El periodismo líquido, turbio de dictadura, que se fue aclarando en la transición democrática, se cristalizó en los noventa y se convirtió en el espejo de la sociedad. La política de venta de las empresas del Estado estimuló los negocios y las ambiciones, crecieron en calidad e información los diarios económicos, liderados por Ambito Financiero. El gobierno de Carlos Menem –reelecto en 1995– es, desde el comienzo y durante los dos períodos de su gestión, sospechado, acusado y denunciado por más de 200 hechos de corrupción. El diario Página/12 inaugura, en 1991, la serie con las “coimas” que le piden a la empresa Swift-Armour para aprobar sus proyectos de inversión. En revistas, es Noticias, un semanario de política y actualidad, la publicación que contribuye a revelar la descomposición del sistema. Mucho más modesta, en recursos y en lectores, La Maga, criticó también duramente, desde 1992,  la cultura de “pizza y champán” del menemismo.

Menem confiaba en un pacto, no escrito, según el cual facilitaba a los grandes medios la formación de grupos concentrados a cambio de apoyo a su gobierno. Pero ese supuesto “acuerdo” no alcanzó a las publicaciones más independientes o partidarias. Por su parte, muchos periodistas encuentran en los libros de investigación sus propias fuentes de trabajo, sin intermediarios. Los lectores, ávidos, insatisfechos, demandan la información en contexto y las relaciones empresarias y políticas

La tradición retomada por Rodolfo Walsh en los años sesenta, con Operación masacre y Quién mató a Rosendo, entre otros títulos memorables, recobra fuerza en los años noventa. El crecimiento del género es imparable. Una frase adjudicada al diputado peronista-menemista, José Luis Manzano, “robo para la corona”, dio el título a un libro de Horacio Verbitsky que alcanzó un registro histórico de ventas. La avalancha de libros de ensayo y de investigación firmados por periodistas abarcó a todas las actividades y personajes, desde las “biografías”, autorizadas o no, de artistas populares, hasta los ensayos y análisis sobre acontecimientos que aún estaban bajo investigación, como los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, el contrabando de armas, los saqueos, la caída del gobierno de la Alianza y la crisis terminal del año 2001.

De la “ley mordaza” a la Ley de Medios

El periodismo comienza a verse también en el espejo de la corrupción de los años noventa y en la primera década del nuevo siglo. La expansión de los grupos multimedia en negocios que no tienen que ver con el periodismo, limita la independencia de sus profesionales o los hace participar en las llamadas “operaciones”, a veces sin que ni siquiera se enteren. Por su parte, la necesidad de mejorar su imagen ante el público y de relacionarse en buenos términos con los medios, lleva a las empresas a crear sus propios departamentos de prensa y a contratar agencias “consultoras”.

Los derechos del periodista raso se reducen. Los medios marginales, en ventas de ejemplares o en audiencia, se ven sometidos por las urgencias económicas. El poder político no soporta las críticas ni la investigación. En 1995, cuando es reelecto, Menem declara: “derroté a la oposición y a la prensa”. Trece años más tarde, otro presidente peronista, Néstor Kirchner, le iniciaba la guerra a una supuesta “corpo” de medios opositores liderada por Clarín, con los que había pactado hasta entonces.

En 1995, Rodolfo Barra, ministro de Justicia de Menem, preparó un proyecto de “ley mordaza” para castigar los supuestos “excesos” de la prensa. En 2008, Kirchner encubrió su ataque al grupo Clarín en un proyecto de Ley de medios que debía promover la “pluralidad de voces”, pero terminó en demandas por inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia.

Los periodistas buscaron refugio en las empresas que seguían produciendo periodismo. La reaparición del periódico PERFIL resultó un oasis ante lo que parecía convertirse de nuevo en un desierto, esta vez de medios independientes. Desde sus comienzos, la editorial PERFIL soportó ataques, extorsiones políticas, judiciales y financieras, y también fracasos económicos. El asesinato de de uno de sus reporteros gráficos, José Luis Cabezas, fue el crimen que marcó la época.

Treinta años después, con el recuerdo de José Luis, sin olvidar los casi cien periodistas desaparecidos durante la dictadura, con otros tantos expulsados al exilio, con miles perseguidos, amenazados, obligados a mendigar pautas publicitarias oficiales para subsistir y pagar espacios de radio y televisión donde hacer escuchar sus voces, el oficio resiste y se ejerce hoy, dignamente, por todos los medios, los tradicionales y los nuevos.

En ellos, en los viejos y en los nuevos periodistas, perduran los valores de una profesión que sigue siendo indispensable para la construcción de una sociedad democrática. También, como se sabe, en los últimos años han aparecido “grupos” de medios que financian mercenarios y militantes con fondos públicos. Pero, para ellos no hay ni habrá memoria, sólo pena y olvido.

Nos tienen. Nota publicada en perfil 21-9-2013

Ahora son “buenos”. La “corpo”, ¿qué “corpo”? Ahora van a TN. Ahora toman medidas que “te benefician”. Ahora dan “entrevistas”. Ahora ocultan a los impresentables (Boudou, Aníbal Fernández, Kunkel). Ahora piden que no les tengas “miedo”. Ahora.

Te compran, te venden, te traicionan, te roban, te matan. Te prometen una zapatilla y te dan la otra después de las elecciones. Te juntan los DNI en pueblos abandonados y “ya votaste”. Encubren regímenes feudales (Insfran). Negocian con líderes sindicales informantes de dictaduras asesinas (Gerardo Martínez), sostienen mafias en los gremios, en el Conurbano, en el fútbol. Regalan y cobran por YPF (Parrilli con Néstor en los 90), expropian YPF (Parrilli con Cristina) y pagamos todos. Regalan Aerolíneas, nacionalizan Aerolíneas, y pagamos todos casi dos palos de dólares por día (Recalde). Asiste al velorio del Almirante Rojas, se alía con Alsogaray, indulta (Menem), corrompe, hace caja, acumula fortunas, se asocia con Báez, baja el cuadro de Videla, juzga (Kirchner) cuando conviene.

Cuando la vuelvan a pasar, observá en detalle esa imagen. Guillermo Moreno con Martín Lousteau, en un palco, frente a la Casa Rosada. Moreno le hace a Lousteau la gráfica señal peronista de que “hay que degollar” a no se sabe qué “enemigo”. Entre Moreno y Lousteau están el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, el entonces canciller Jorge Taiana y, al lado de Lousteau, el incombustible Felipe Solá, ahora candidato en las listas de Sergio Massa, ex jefe de gabinete de Kirchner.

La “lealtad” peronista al palo. Solá fue ministro menemista, gobernador duhaldista, diputado kirchnerista, candidato con De Narváez y Macri, y ahora es un renovado massista que habla de lo duro que es enfrentar al poder en la provincia de Buenos Aires. Hace más de veinticinco años que vive de la guita pública y, si le dan el acto y la oportunidad, puede inventarse un pasado de militante en la “histórica” JP, “perseguido” por la dictadura.

El peronismo se choreó hasta el lenguaje. Son los dueños de lo “nacional y popular”, de “la patria”, “el pueblo”’, y los que acusan al resto de “golpistas”, aún cuando esa palabra los involucre y los incrimine. Conspiraron contra Illia, fueron cómplices de Onganía (Vandor)  y de Videla, mandaron pibes a la muerte (los jefes montoneros), colaboraron con los “servicios”, pero siempre desde la “resistencia”. Fundaron la Triple A (López Rega), persiguieron, torturaron, extorsionaron, protegieron nazis y fascistas, amenazaron y apretaron a periodistas. Les niegan la personería a otras centrales sindicales, mandaron a matar (Pedraza), estafaron con los medicamentos oncológicos, y siguen hablando en nombre de los “trabajadore”, sin la “s”, para que se reconozca “como uno más” a “capos” sindicales, infinitamente millonarios (Cavalieri) que nunca laburaron.
Se ven la corrupción y la incapacidad de todos sus años de gobierno en la extensión de la pobreza, en la desnutrición, en el hambre, en los servicios, las cloacas, los trenes. Se sabe, es así. Pero de los treinta años desde la restauración democrática que van a cumplirse el próximo 30 de octubre, veinte fueron peronistas, en sus versiones “menemistas” – “kirchneristas”, y casi cuatro más en sus versiones “duhaldista-frepasista”. Con el voto, con el apoyo de mayorías. Y el próximo 27 de octubre esas mayorías van a tener que optar en una interna peronista.

“Cinco por uno”, se llevan cinco años de nuestra vida y te devuelven uno en limosnas, subsidios o planes trabajar. Destruyen cuando no les toca, se mantienen agazapados, viven de las fortunas que hicieron en el Estado, reaparecen, recuperan el verso de la “justicia social”, de la “revolución”, “productiva”, “liberadora” o lo que venga, y se instalan otra vez, hasta que fracasan y se “renuevan”.

Nos chamuyan, nos traicionan, nos comen la vida, nos pueden, nos tienen. ¿Hasta la victoria?

2016 – Nota publicada en Diario Perfil 15-9-2013

El tiempo ciega. Sucede a la velocidad de la luz y de los bits. Cuando abras los ojos será enero de 2016, año del Bicentenario de la Independencia. Si todo sigue como va, tendremos nuevo presidente de la Nación, nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires y nuevo jefe de Gobierno de la Ciudad, además de otros gobernadores, diputados y senadores. Un país a estrenar.

Sin embargo, la lengua política de la última ola del siglo veinte lame todavía las costas del veintiuno en su segunda década. El aliento a pescado podrido y la humedad de esa saliva se derrama en falsos relatos. Nombres de tipos que han hecho mucho daño escupiendo odio y violentando la convivencia –de López Rega a Firmenich, de Manzano a Kunkel, de Aníbal Fernández a De Vido y tantos más– se agotan en el intento de retrepar la cuesta de la cultura que viene y, afortunadamente, se los tragará la arena para siempre.

Adelantar o retrasar el tiempo es siempre un ejercicio que quiebra la relación con el presente y la parte en pedazos. Mirarse, en este caso, desde ese “otro siglo” que comienza tarde –aunque sólo sea un pestañeo lo que nos separa de esos años–, provoca cierto vértigo porque nos vemos a la vez, parafraseando la letra de un tango conocido, en “la vergüenza de haber sido y el dolor de lo que nos va a costar ser algo mejor”.

Puestos en modo “esperanza”, no está mal reparar, en el amanecer, que el día será largo, pero comenzará sin varios de esos tipos. Procesados y condenados, si fuera posible en algunos casos –Jaime, Schiavi, Cirigliano, Boudou, Báez–. No todos los que deberían, pero sí todos apartados, inútiles, despreciados. A cada paso, ante cada dificultad en la reconstrucción, hay que recordar que, al menos, ellos ya no estarán allí.

Criminales, corruptos, vividores del Estado y del dinero público, le han robado el tiempo y la vida a mucha gente, pero al fin alivia saber que ya nadie, nunca, los tendrá en cuenta por nada de lo que hagan o digan. Con ellos es probable que se olvide también una parte de nosotros, de lo que nos dividió y nos hizo enfrentar en peleas absurdas, confusas, casi callejeras, de dibujo animado, donde no se distinguen brazos ni piernas y el montón gira y los que estaban a la izquierda acaban a la derecha y al rato vuelven a girar.

Pero otra parte nuestra también queda en la memoria. Estaban ahí, estuvieron ahí –Videla, Galtieri, Martínez de Hoz, Menem, De la Rúa, Ruckauf, Duhalde, los Kirchner–, porque sectores mayoritarios de la sociedad apoyaron, callaron, temieron, fueron cómplices o consumieron: “Plata dulce”, “deme dos”, “uno a uno”. Menem heredó “la renovación” en los 80 y el kirchnerismo se sucede ahora en el “Frente Renovador”. Todo es, hasta ahora, una versión de “perolomismo”. La única novedad fue la gente en las calles, conectados por la red y por la indignación cuando se reveló la mentira, la corrupción, el robo a mansalva, sus consecuencias en pérdidas de vidas y, al fin, “la estafa ideológica”, como bien la define Tomás Abraham.

Vuelta ahora la mirada hacia el futuro, si después de estas luchas, de la incesante “guerra civil” encubierta que sostenemos desde hace casi un siglo, con un saldo de cientos de miles de muertos y de otros tantos muertos en vida, batallas salvajes que libramos para imponernos unos a otros supuestas verdades absolutas, atajos mágicos, probadas y fracasadas todas, si en una tregua, si en un alto el fuego, si en un “Congreso de Tucumán” como aquél de 1916, nos dieran la oportunidad, a cada uno, de recrear el momento tratando de responder a las preguntas íntimas desde el fondo de la conciencia, sin hacernos “trampas al solitario”, ¿qué decidiríamos?

¿De qué, de cuáles de nuestros fracasos, de nuestras creencias, de nuestras miserias, deberíamos independizarnos ahora para comenzar a disfrutar de la libertad de crear algo nuevo y mejor, de construir, de pensar por nosotros mismos?

Muertos en vida – Nota publicada en Perfil 7.09.2013

Si bien se mira, con los ojos propios, así parecen funcionar las cosas: como personas, como individuos, el motor que nos impulsa, nos activa y nos hace crecer tiene que ver con lo que, de un modo amplio y general, llamamos “vida”. Sin embargo, en conjunto, como grupo social diverso y multitudinario, obligados y necesitados como estamos de compartir un tiempo y un territorio, el motor que nos mueve y nos involucra es aquel al que, del mismo modo vasto y general, llamamos “muerte”.

“Es raro, ¿no?, es muy loco esto”, diría Lanata. Hay algo que no cierra entre lo que somos y lo que da como resultado la sociedad que integramos. Se advierte en las calles, en el maltrato, en la bronca, en la violencia creciente, en las casas enrejadas o alambradas, en las personas abandonadas a su suerte, en la mala calidad de los servicios que nos brindamos mutuamente.

A solas, cuando el ánimo decae, ahí está la vida dándonos fuerza o señales que nos estimulan. Un hijo, tal vez, que va a nacer o que nos mira y espera nuestra reacción. Un buen amigo, quizá, que nos ayuda a superar un mal paso, un error, y lo hace como puede, alentando, aun con insultos. De un modo o de otro, la amorosa vida se manifiesta y te recuerda que hay que salir y seguir porque, al fin de cuentas, no disponemos de tanto tiempo como para perderlo en lamentos.

Pero “me quiero morir” es en la relación con esos otros de nosotros cuando hasta el lenguaje se satura de muerte –“hay que matarlos a todos”, “se juega a matar o morir”– y nos hacer ver en el espejo. Cuando las consecuencias ya no se pueden reparar, reaccionamos. Salimos a la calle con banderas de “Justicia para…” y la foto, o las fotos de los muertos familiares o vecinos, del corazón o del barrio. Los reclamos y las denuncias se atienden al fin de urgencia, y en la emergencia, cuando se alcanza el límite de lo que podemos soportar.

Tiene que suceder una dictadura tras otra, hasta que se desemboca en la más feroz que se recuerde, para que valoremos al fin la democracia. Tiene que declararse una guerra como la de Malvinas y tienen que morir ahí cientos de jóvenes para que reaccionemos contra semejante locura.
Y así. Tiene que morir el soldado Carrasco en un remoto cuartel del sur para que se revele la brutalidad del servicio militar obligatorio y se decida eliminarlo. Tiene que morir una adolescente, María Soledad Morales, en Catamarca a manos de los llamados “hijos del poder” feudal de la provincia para que las marchas del silencio terminen con la dinastía de los Saadi. Tienen que morir casi 300 pibes en Cromañón para que se acabe, al menos por un tiempo, la corrupción entre inspectores, policías y “capos” de la noche.

Y así. Tienen que morir 52 personas en la estación de Once para que queden expuestos funcionarios y empresarios, en el robo, la mentira y la estafa con los subsidios. Tienen que producirse más de cien asesinatos en Rosario para que se comprenda la magnitud del narcotráfico que “toca” al poder. Tienen que desaparecer mujeres o aparecer violadas o muertas para que se investigue la trata de personas. Tienen que morir fanáticos y hay que vaciar los estadios de fútbol para controlar a “las barras”

Y así. ¿Puede una sociedad levantar la cabeza para ver qué hay más allá de lo que padece con tanta muerte pesando sobre los hombros? Es posible que las redes sociales, la nuevas formas de comunicación y de intercambio, más horizontales, más personales, sean una oportunidad única de iniciar el reemplazo de un motor por otro. El sistema cloacal donde circula tanto odio y tanta muerte puede ser bloqueado y, de a uno, de a pocos, es posible poner la palanca en reversa. Algún día tenemos que hacernos cargo de lo que nos toca y comenzar a demostrar que somos mejores personas de lo que creemos ser. Si uno cambia, todo cambia.

La soledad no se suma- Nota publicada en Perfil 25.08.2013

Más. Quiero más. Seguidores, clientes, fans, votantes. El signo de los tiempos es el de la suma. Massa redujo su apellido “+a” y, de paso, su pensamiento al signo “?”. Eso han elegido los ciudadanos de la provincia de Buenos Aires, “+?”, es decir: “más dudas”. Como si la elección se justificara por la paradoja de la certeza: “Ya sabemos que Scioli, en su versión Insaurralde, no se anima. Probemos con otro que tampoco dice nada pero le gana”. Todo suma.

Los que intentaron resolver la división con ideas, “propuestas” o “proyectos” restaron. La cultura política se ha vuelto impresionista, importa la “impresión” que suma el candidato en la foto, en la TV o en las redes en relación con lo que puede restarle a otro, no quién es, qué hizo o lo que “dice”; se da por sabido que todos dicen lo mismo.

La estrategia del equipo de comunicación de un candidato consiste en el sutil arte de interpretar la señal social para convertirla en un “password” con el que todos pueden acceder a él. En los años 40, el “Braden o Perón”, escrito en las paredes, funcionó y el peronismo entró en la historia. Hoy hay quienes siguen tecleando “ella o vos” y la pantalla advierte: “acceso denegado”.

En los 70, los comunicados guerrilleros se firmaban con el nombre de la organización y un código común que había difundido la Revolución Cubana en los 60, “Patria o muerte”, “Venceremos”. Los jefes mandaron a morir miles de pibes y sobrevivieron. Nunca se hicieron cargo. Hoy sólo reconocen “errores”. Quienes todavía les creen podrían despedirse de ellos y de sus fracasos con cierta ironía en un comunicado final: “Adiós, Firmenich; adiós Verbitsky, adiós servicios de inteligencia, adiós asesinos, adiós cómplices, espero que a ustedes los juzguen también algún día: patria o suerte, veremos”.

Después de tantos años de división, ahora lo que se lleva es la suma. La tendencia indica que vence “+ a”, que le va bien a “Unen” y que “Juntos podemos”. En los “frentes” se alisan las fisuras de los partidos y se “sellan” los pactos entre candidatos. Un Massa de la Ucedé con un Felipe Solá menemista, duhaldista, kirchnerista. Una Carrió con un Lousteau, un Prat-Gay con una Victoria Donda, una católica Michetti con un judío Bergman. Todo suma.

Importa el frente, pintado de colores, no las ratas ocultas en el basural del fondo. Importa Cristina, no los Recalde que van en la lista. El problema de Ella es que no actualizó la contraseña. Todavía teclea: “Yo o el caos” y esa clave sólo le permite navegar por las páginas de Clarín. Cuando dijo “vamos por más”, a pesar de los 80 millones que ya tiene en el banco, se olvidó de una regla sencilla que aplica en las ecuaciones complejas: “más por menos es menos”.

El signo de los tiempos es la reducción de las palabras a la sigla: PPT, MDQ, USB, CQC, P+P. De la crónica a veinte líneas, del texto al título, del libro a la solapa, de la solapa a la cita, de la cita a Tuiter. Del ser al tener, del tener al mostrar, el mostrar a Facebook. Del cine al clip, del clip a Youtube. De la TV al zapping, del fútbol a los goles, de la conversación al chat, del chat al mensaje, del mensaje a las letras, OK. OK, es lo q’hay. Es lo q’es, “dep t llam”, “dep habl”.

De la mano al dedo, del dedo a la yema. De la diversidad a la opción, de la opción a “me gusta, no me gusta” . Todo es +, todo suma. Si me gustás, gustame; si te gusto, es posible que me gustes, y si te gusto, sumo. Si te sigo es posible que me sigas y sumo. Quiero que sepas que estoy, que no te olvido para que no me olvides. Quiero saber que estoy, que sé de qué hablan, que ¡somos una comunidad de miles de fans de la nada!, que vemos las mismas series y compartimos la preocupación por el cambio climático, ¡y que somos tan amigos!

La red envuelve pero no abriga. La piecita que somos cada uno del gigantesco puzzle planetario pertenece pero no encaja. La soledad no se suma.

De la división a la suma – Columna publicada en Perfil el 12.08.2013

Las PASO, una encuesta nacional pagada con fondos públicos, confirma lo que ya adelantaban las encuestas privadas: el país sigue partido en dos y, después de 30 años de democracia, la elección del próximo 27 de  Octubre se reduce a votar por “sí” o por “no”.  Por el “no” quiero que siga el kirchnerismo” y voto al que le pueda ganar en cada distrito o el “SI quiero” y elijo al candidato de Cristina.

El Gobierno insistirá ahora en hacer aún más tajante la división y la oposición inducirá a los votantes a la suma.  “Frentes”, “alianzas”, “movimientos” con nombres y fotos de candidatos. Es lo que hay. Es lo que queda. Es lo que quedó después de la implosión de todo el sistema político en 2001.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la fracción de Unen que lidera Carrió  se impone sobre la de los otros tres representantes de… ¿ de qué? Hasta la elección real, el nuevo “sello”, Unen, tiene que dedicarse a intentar entremezclar y pegotear a los candidatos ganadores con los perdedores para integrar una sola lista. Y  en los próximos meses su máximo objetivo será sonreír, abrazarse y ocultar todo lo que hasta ahora los ha separado.

A su vez, el Pro y sus candidatos seguirán la ruta del Metrobús para tratar de abreviar el tiempo de llegada y confirmar en octubre la confianza que les tienen los ciudadanos porteños. Pero al colectivo que dirige Gabriela Michetti tendrán que subir de apuro al rabino Bergman, al que los votantes le cortaron el boleto y le dijeron que tomara el de atrás.

En la cuenta final, el “no” que suman Pro y UNEN deja afuera a Filmus. Si el resultado se repite en octubre, el kirchnerismo pierde las tres bancas por Capital en el Senado. En el resto de las provincias llamadas “importantes” por su caudal de votantes, el panorama tiende a ser similar. La suma de los candidatos de los distintos “sellos” –socialistas y Pro de Santa Fe, peronistas ‘disidentes’ de Córdoba, de Chubut, de Jujuy y radicales de Mendoza y demás– dan, juntos, más “no” al kirchnerismo que “sí”.

Como todos saben también, Cristina y el kirchnerismo hicieron “all in” en la provincia de Buenos Aires. Es decir, se jugaron todas las fichas a un candidato  que fue llevado de la mano por la presidente y por el gobernador Daniel Scioli hasta a los “pijamas party”. Insaurralde logró subirse al ring, pero perdió por más de lo que se esperaba y ahora quedó solo frente a Massa y asociados.

Si a Massa, además, se le suma un porcentaje de los votos “no”, que representa De Narváez, la diferencia en octubre será todavía más amplia. El Frente Progresista, “sello” radical en la provincia, hizo una buena elección, pero Stolbizer y Alfonsín saben que van a caer en la trampa del “sí o no” y se quedarán golpeando la puerta desde afuera.

La tendencia, en todo el país, confirma también que, después de aquel 54% impulsado por el ‘voto viuda” y el “voto no hay otra cosa” de 2011, el kirchnerismo parece estar en retirada. La persecución, las medidas irracionales, la revelación de una corrupción escandalosa, más el fanatismo y la división estimulada desde el poder, han rebajado el caudal kirchnerista a menos del 35% que esperaban. Podrán decir, todavía, que son “los más votados en todo el país”, pero en realidad son una primera minoría que retrocede hasta en provincias que tenían bajo control desde hace años, como Santa Cruz.

Semejante pérdida de votos convierte el sueño de la reelección eterna en la pesadilla de tener que inventar un heredero o arreglar con Scioli para iniciar la sucesión. Así es que, en esas estamos, ciudadano. Ya pasó el ensayo, ahora aguante el aluvión de propaganda oficial y cadenas nacionales que se vienen y al fin, decida y actúe de verdad: ¿Suma, resta o divide? ¿Si o no? ¿Siguen o se van?

Si me das a elegir- Nota publicada en perfil 11.08.2013

Te dicen que en la vida hay que elegir. Pero a la vez te advierten que “ellos” ya eligieron. Quieren seguir, quedarse, a pesar de todo lo que sufren y lo que les cuesta. Es decir: “les cuesta” en no se sabe qué, porque en plata es mucha la que se llevaron y llevan.

La publicidad es para vender, no para decir la verdad. No van a hacer un aviso en el que te pidan elegir entre Báez y Boudou, o entre Pablo y Sergio Schocklender, o entre Jaime y Schiavi, sospechados todos de alta corrupción, o entre De Vido y Timerman, probadamente fracasados, o entre Moreno y Aníbal Fernández, dos vulgares inútiles, o entre gobernadores de feudos como Insfrán y Alperovich.

“Ellos” son el poder. Y el Poder es, en definitiva, el que maneja “las cajas” recaudadoras de impuestos, de sobreprecios, de coimas, el que reparte subsidios entre socios, adherentes y clientes, el que mantiene a miserables que se regalan, como el relator de fútbol Marcelo Araujo, el que pedía votar a Menem y ahora hace lo mismo para el candidato del patrón de turno.

El poder compra al que se vende. El fútbol, las barras, los derechos humanos, utiliza al Papa, encubre a servicios de inteligencia de la dictadura, como el secretario general de la Uocra, Gerardo Martínez, a responsables políticos de la muerte de pibes en los 70, como Horacio Verbitsky, y contrata mercenarios que escriben y propagan el “relato”, la versión de los hechos que leen y se creen y quieren hacen leer y creer a los demás.

Es así, desde Apold a López Rega, a Videla, a Menem, a De la Rúa, a Duhalde, a Néstor y a Cristina. Cuando mucho después de lo que hicieron se revela lo que entonces se ocultaba, “ellos”, los que eran el poder, ya se habrán muerto después de unos pocos años en la cárcel, como Videla, o estarán viejos, como Alberto Kohan, o seniles, como Menem. Los juzga y condena la historia, sí. ¿Y? ¿Qué consuelo es ése para los familiares de las miles, millones de víctimas de la corrupción y la incapacidad?
De memoria, cualquier ciudadano que lea los diarios podría hacer cálculos sencillos. El país recauda fortunas por las exportaciones de sus materias primas y tiene todavía, después de trienta años de democracia, al 40% de su población en condición de pobreza o de indigencia, trabajando en negro, bajo regímenes esclavos, sin servicios básicos, agua, energía, educación, salud.
Conclusión elemental 1: políticos, sindicalistas, milicos, empresarios “amigos” del poder, burocracias, mafias, aparatos, han robado a mansalva y debieron –deberían todavía–, ser juzgados por fraude, pero también por la responsabilidad que les cabe en la muerte directa o en la existencia vital arruinada de cientos de miles de personas que no han tenido nunca la oportunidad de nada.
Conclusión elemental 2: en treinta años de democracia no hay más de cinco funcionarios de alto nivel que hayan ido en cana un tiempo largo, incluyendo entre ellos a María Julia Alsogaray y Menem. Los delitos han sido muy graves, pero no hay responsables condenados por ellos. Todos los que todavía están en procesos, caso Báez, Jaime, Boudou, Schiavi, Milani y demás, poco a poco van zafando de sus causas.
Así es que, “si me das elegir”, como dice la letra de una canción popular, “me quedo contigo”. Puedo verte, en la calle, en el bondi, en el Sarmiento, en las marchas, entre los que no salen en la tele, o salen sí, cuando tienen la oportunidad de reclamar y gritar y pedir por sus hijos, como el padre de Paulina en Tucumán, o la mamá de Itatí en Misiones, y todas las madres del dolor. Puesto a optar por representantes, elegiré a los que todavía les creo y de los que tengo, al menos, la impresión de que han sido, hasta ahora, dignos, honestos.
Votar, elegir, es compartir un día la esperanza de que todos podemos ser mejores que la vida que estamos llevando. Pero ya aprendimos también que el futuro sigue dependiendo de lo que hacemos cada uno, cada día.

Las ideas no se atan- Nota publicada en Perfil 27.7.2013

Las ideas, encadenadas entre sí, acaban convirtiéndose en ideologías cerradas. El líder de moda rompe los huevos, amasa la doctrina que sus ayudantes bajan a consignas, rocían a gusto con un salero de palabras como “pueblo”, “patria”, “liberación”, hornean en grupo de fanáticos a fuego máximo y, entre banderas y gritos enfervorizados, se consume.

Al tiempo, el menú cae. La receta, para abaratar el costo de revisión, reemplaza carne de ideas frescas por sapos. Pero calma el hambre de “verdades” y la angustia de la incertidumbre.

Hitler, Stalin, Franco, Mussolini, Castro, Videla, Galtieri y todos los del Canal Gourmet de la historia se pensaron del lado de los “buenos”, que ofrecían en su momento soluciones prácticas y saludables. Montoneros, ERP, Firmenich, Gorriarán, Verbitsky fueron responsables políticos de justificar la muerte, de enemigos o de militantes propios, en una “contraofensiva”. Ellos, jefes, sobrevivieron en la cocina, se quedaron con el “relato” de la receta.

Ahora, algunos sin convicción admiten que estaban “equivocados”. Aun así, reivindican los ingredientes “ideales” de la “juventud maravillosa”. No lamentan la “equivocación”, la intoxicación de sapos que costó la vida a miles de pibes.

Los asesinatos más crueles, las torturas, las desapariciones masivas de personas, la corrupción que acabó matando también a miles de inocentes, los robos sostenidos de organizaciones mafiosas bajo el control de burocracias sindicales, todo, se ha hecho y se hace bajo una supuesta “ideología”. En nombre de “la revolución”, del “mercado”, del “Estado”, de “los derechos de los trabajadores”, del liberalismo, del socialismo, del peronismo, del menemismo, del kirchnerismo y de todas las versiones de lo mismo.

Ahora se ofrece “populismo” y “progresismo”. ¿Cómo podrían explicarle a alguien que tiene ideas propias el “progresismo” de los Kirchner, que primero votaron la privatización de YPF, se quedaron con 800 millones por eso y luego, ya presidentes, decidieron compartirla con la familia Eskenazi y con la española Repsol, y al fin la estatizaron nuevamente y ahora reparten con Chevron. El único “progreso” se advierte en sus cuentas bancarias y en las de los amigos del poder, empresarios y sindicalistas.

Si a eso, sólo por dar otro ejemplo, le sumás lo que se hizo con Aerolíneas Argentinas –privatizada, regalada, estatizada nuevamente al costo de perder, todavía hoy, 3 millones de dólares por día– ahí tenés, también, pérdidas en miles de viviendas, en educación, en transporte, en salud. Y en vidas perdidas por causas evitables. Y en vidas perdidas a la espera de lo que nunca llegó.

Está el video. El diputado Héctor Recalde dice a Roberto García en su programa La mirada: “Roberto, grabá este programa: el año que viene Aerolíneas va a dar ganancia y voy a venir a recordarte que te lo dije”. Eso fue hace cuatro años. Héctor es el padre de “Marianito” Recalde, presidente de Aerolíneas Argentinas, a la que administra con la “ideología nac y pop” de La Cámpora.

Ponele que fue otro “error” y que lo que iba a suceder en un año va a tardar diez. Pero, ¿cuántos son los muertos que deja cada “equivocación? ¿Quién paga por ellos? ¿Devuelven la plata? ¿Compensan con años de cárcel? ¿Se avergüenzan, al menos? ¿Renunció el diputado Recalde por esa “equivocación” o se presenta ahora nuevamente a elecciones para renovar su mandato?

Las contradicciones “ideológicas” no resisten la información que circula por las redes sociales, ni la ironía demoledora que las desnuda. La realidad siempre se observa desde algún lugar, sí, desde la edad, desde la experiencia o desde el tiempo que te toca, sí, pero siempre caminando y mirando con tus ojos. La ideología encubre, son las ideas las que descubren. Y las ideas no se atan.

*Periodista, coordinador de los medios públicos de la Ciudad.